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noviembre 22, 2024

Se cumplen 81 años del suceso que marcó la histórica rivalidad entre Santoña y Laredo.

Foto de la época. Fuente: Rehisán. Recuperación Histórica de Santoña

La rivalidad entre los municipios de Laredo y Santoña viene desde tiempos muy antiguos, ya que han sido siempre dos de las villas marineras más importantes del Cantábrico que, situadas a tan poca distancia, han competido históricamente durante la práctica totalidad de su existencia.

Ya sea por quien pesca más o por que nombre recibe la bahía que baña ambos pueblos, estas disputas siempre han sido bastante sanas, con pocos incidentes entre ambas localidades, que más bien han servido para incentivar los “piques” que  ambas mantienen y que, en la práctica, se limitan a las tradicionales bromas y comentarios satíricos que ambas villas se procesas mutuamente, algo que ya ha pasado a formar parte de la propia cultura popular de estos dos pueblos.

 Sin embargo, no hay rencilla histórica más famosa que la sucedida hace ahora 82 años. Un hecho cuyo recuerdo ha llegado hasta nuestros días y que, pese a ser ya solo una divertida anécdota, aun puede despertar una gran discusión cuando alguien, en presencia de un santoñés y un laredano, hace la gran pregunta: ¿Quién se comió la ballena?

 Todo comenzó en la madrugada del 30 de octubre de 1943, cuando una gran ballena muerta (o gravemente herida, como aseguran otras fuentes) fue avistada flotando a la deriva por la bahía de Santoña. Debemos recordar que nos encontramos en plena II Guerra Mundial, por lo que varias fuentes apuntan a que el animal pudo ser gravemente herido por alguna mina o ataque de algún barco militar en su travesía por el Cantábrico.

 El cetáceo fue divisado por un joven santoñés, Miguel Cachán, quien dio aviso al marinero Octavio Valle, “Tavio”, y juntos lograron atar con un chicote al gran cetáceo, de 16 metros de longitud y 14 toneladas de peso, para remolcarlo hasta El Cagadero, un pequeño arenal de la zona portuaria.

 El hecho llamó rápidamente la atención de los vecinos de la villa santoñesa, quienes salieron en tropel para ver el gigantesco mamífero que había llegado a sus costas. Cientos de personas acudieron a contemplar la ballena, como si de una atracción se tratase, alterando la vida laboral y escolar ese día en la villa, donde hasta las escuelas decretaron día festivo.

 El animal fue subastado en la lonja, donde fue adquirido por los empresarios santoñeses Luis Maza, Hermanos Ambrosio y Vicente Herrería, a un precio de 2.500 pesetas. Tras la venta, que supuso un gran negocio para los dos descubridores del cetáceo, se procedió a su despiece, primero en el propio lugar donde se encontraba varado el animal, labor que llevaron a cabo los hermanos Casimiro y Tomás Bonet, y, posteriormente, en la fábrica de Luis Maza, donde las labores de despiece fueron realizadas por  los vecinos Rufino Salgado, Quico el Cano y Nido Ruiz. La labor de despiece requirió de más de 12 horas de trabajo intenso, ante la atenda mirada de muchos vecinos que no quisieron perderse este inusual espectáculo histórico.

 Una parte de la carne que se lograron extraer fue salada para su conserva y repartida entre vecinos de Santoña y Laredo, a donde fue transportada por los Hermanos Valmaseda, vendiéndose a 5 pesetas el kg. Se cuenta que los primeros filetes se cocinaron en el antiguo bar Colón, siendo los primeros en degustar el cetáceo.

 Sin embargo, la mayor parte de este botín, 8000 Kg,  fue a parar al cuartel del Ejército de Tierra de Burgos, mientras que los 2000 Kg de grasa extraída fue vendida a una empresa barcelonesa. Por último, la cabeza del cetáceo fue enviada al Centro Biológico de Santander para su estudio.

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Entonces, ¿Por qué de un hecho tan contrastado surgieron tantas leyendas, acusaciones y rivalidad?

 Para entender esto, hay que tener en cuenta el momento histórico en el que nos encontramos, la Postguerra Española. Hacía pocos años que nuestro país había concluido la guerra fratricida y, al ambiente postbélico, aun con heridas abiertas y viejas rencillas por resolver, se sumó el hambre.

 El hambre era, irónicamente, el pan de cada día en aquellos tiempos, por lo que el gran cetáceo no sólo fue visto como un espectáculo ambulante, si no como una gran fuente de comida para los dos pueblos.

 A muchos, especialmente a los más humildes, se les hacía la boca agua al contemplar la gran ballena y, de repente, el cetáceo ya no estaba y su ración de carne no había llegado. Surgieron así las primeras acusaciones. En Santoña muchos culparon a los laredanos, afirmando que esos “muertos de hambre”, se habían quedado con la mayor parte de la carne. En la vecina Laredo otros decían que los “tiñosos” se lo habían comido todo y no habían compartido. Surgieron entonces bulos y teorías conspirativas (si, igual que sucede hoy en día) como el que decía que los presos de El Dueso y sus guardias, famélicos y hambrientos, habían abandonado el penal en plena noche para robar la carne.

 Todas estas falsas acusaciones, que posiblemente fueron instigadas por unos pocos, fueron pasando de boca en boca y, con el paso de los años, de padres a hijos, alimentando así la leyenda en torno a la famosa ballena y quien se comió su carne y, como muchas veces sucede, los bulos y mentiras son capaces de alterar la realidad de hasta los que han vivido en primera persona la historia.

 

mesa.

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