A orillas del embalse del Ebro se encuentra una de las grandes maravillas poco conocidas de Cantabria, Las Rozas de Valdearroyo, un pequeño municipio que esconde una de las iglesias más peculiares del mundo.
Fotos: Vivir en Cantabria Oriental
Mi andadura en esta aventura comienza poniendo rumbo al sur de Cantabria, a un pequeño, pero no por ello menos bonito municipio, situado junto al embalse del Ebro: Las Rozas de Valdearroyo.
Este pequeño municipio, perteneciente a la comarca de Campoo-Los Valles, es una de esas joyas poco conocidas de la llamada “España vaciada”. Con menos de 300 habitantes y situado a más de 800 metros de altitud, nada más adentrarnos en él nos ofrece unas vistas espectaculares desde casi cualquier punto en el que estemos, con un espectacular paisaje, rodeado de verdes montes y montañas, con el embalse del Ebro siempre presente.
El municipio está conformado por 9 localidades: Las Rozas, La Aguilera, Arroyo, Bimón, Bustasur, Llano, Renedo, Villanueva y Quintanilla Polledo, esta última actualmente deshabitada. Cada una de ellas con una historia y pequeñas maravillas por descubrir.
Aquí se respira la paz que ofrecen los pequeños pueblos cántabros y la brisa de las montañas, mientras el intenso color verde de los prados y bosques nos deslumbra y maravilla. Entre todo este verdor bañado por las aguas del pantano del Ebro surgen antiguas casonas de piedra, algunas separadas y otras conformando pequeños barrios, que nos transportan instantáneamente a otros tiempos, a esa Cantabria rural de nuestros padres y abuelos.
Historia
Se trata de un municipio con mucha historia a sus espaldas. Ya en el s. XVIII, los pueblos que hoy conforman Las Rozas de Valdearroyo participaban en las juntas generales de la Merindad de Campoo, a través de los diputados de la Hermandad de Campoo de Yuso, de la que formaban parte. Algunos de estos pueblos estaban agrupados en el Concejo Mayor de Val de Arroyo.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX el municipio vivió un temprano proceso de industrialización basado en la minería y en las industrias de vidrio gracias a las arenas abundantes que se extrajeron del territorio. Sin embargo, su historia cambiaría drásticamente a principios del s. XX, con la llegada de uno de los proyectos de construcción más ambiciosos y que más cambió esa región de nuestra Comunidad Autónoma: el embalse del Ebro.
Y es que Las Rozas de Valdearroyo fue el municipio más afectado por este embalse, pues el proyecto necesitaba de anegar una vasta extensión de terreno, por lo que tres de sus localidades, Medianedo, La Magdalena y Quintanilla, fueron inundadas y devoradas por las aguas de este río, haciendo que quedasen totalmente sumergidos. Otros de sus pueblos fueron sumergidos parcialmente, debiendo ser reconstruidos a orillas del embalse.
Pese a la tragedia que supuso la pérdida de estos pueblos, este hecho nos dejó de forma inesperada un peculiar “monumento” que es una auténtica maravilla para visitar: la torre de la Iglesia de Villanueva de las Rozas.
La Catedral de los Peces
Fueron un total de siete las iglesias y dos las ermitas que quedaron sumergidas bajo las inclementes aguas tras la inundación. Sin embargo, una de estas parroquias se negó a claudicar, al menos parcialmente.
Una humilde iglesia, consagrada a San Roque, fue una de las que sucumbió ante el voraz apetito del embalse, siendo devorada por las aguas. Sin embargo, no lo fue su torre campanario, la cual, a día de hoy, continua visible e imponente sobre las aguas, debido a su cercanía a la orilla, lo que le ha llevado a ser conocida popularmente como “La Catedral de los Peces”.
En su famosa canción El Olvido, el grupo cántabro de folk, Garma, cantaba “cuando las aguas son bajas un campanario asoma, aún no se rinde, aún no se ahoga”. Y es que esta torre se sigue alzando majestuosa, pareciendo caminar sobre las aguas como en el milagro bíblico y convirtiendo al lugar en una auténtica atracción turística debido a su singularidad.
Una pasarela de madera permite salvar el agua y acceder al campanario, siempre que el nivel del embalse no esté demasiado alto, al cual se puede subir para contemplar las extraordinarias vistas. Cabe decir que la torre se encuentra en perfecto estado y la estructura para subir a lo alto del campanario ha sido acondicionada para ello, por lo que es una visita fácil y recomendable para toda la familia.
Como ya dije, desde la torre lograremos unas vistas incomparables desde los cuatro puntos cardinales, pudiendo embelesarnos con la visión del imponente embalse del Ebro y, sobre todo, de nuestra siguiente parada, la península de la Lastra.
La península de la Lastra
Este espacio natural, situado entre los municipios de Campoo de Yuso y Las Rozas de Valdearroyo, es especialmente singular, ya que cuenta con un ecosistema de lo más diverso: ribera, laguna, páramos, cantiles de piedra y una gran variedad de bosque.
Esta bonita península boscosa, rodeada por la aguas del pantano, alberga el antiguo pueblo de Quintanilla Polledo, el cual actualmente se encuentra despoblado. Además, en el istmo existen otros dos núcleos urbanos: Villasuso y Bustamante. A través de este último se puede acceder a la península desde el municipio de Campoo de Yuso.
Con esta breve pero bien aprovechada visita a Las Rozas de Valdearroyo, me quedo con el buen sabor de boca de haber descubierto un lugar con tanto encanto y, por desgracia, tan poco conocido para muchos cántabros. La visita termina, como no podía ser de otra manera, reponiendo fuerzas con la gran gastronomía campurriana.
Y es que, a quien aquí venga, debo recomendarle encarecidamente hacer un alto en el camino para probar las famosas ollas ferroviarias y, por supuesto, el chuletón de “rechao”.
Tras disfrutar de la comida, me despido y prosigo mi ruta hacia el pueblo vecino, Retortillo, en Campoo de Enmedio, para visitar las ruinas romanas de Julióbriga, aunque eso lo dejaremos para otra nueva aventura descubriendo Cantabria.
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